martes, 1 de julio de 2008

Discurso Político en la Democracia Argentina Reciente (1999-2004)

Discurso Político en la Democracia Argentina Reciente (1999-2004) *

Este trabajo nace de la pregunta sobre como dar cuenta de los acontecimietos vividos en la vida política argentina en años recientes (1999-2003). Los acontecimientos vividos en este período y su significado social y político son una preocupación central aquí, así como los criterios a partir de los que estableceremos un campo de análisis. La dimensión discursiva se conjuga aquí con una lógica de la política específica del pensamiento filosófico contemporáneo. El análisis del discurso presta aquí un basto arcenal de categorias y procedimientos para desentrañar significado, o al menos para brindar sentido a los acontecimientos que moldearon la vida política del período correspondiente.

El marco que necesitamos establecer para construir sobre simientos sólidos implicaría delimitar el terreno estableciendo los términos fundamentales a partir de los cuales orientaremos nuestra argumentación. Esto implicaría definir varias cosas. Por un lado necesitamos una definición de discurso político, al manos para poder detrerminar un campo y establecer las unidades de análisis. Por otro lado el adjetivo de democracia argentina reciente implica un recorte, el cuál mínimamente debe ser situado. Aquí aparece una primera cuestión relacionada a la democracia y a su discurso. Deberíamos preguntarnos aquí si los discursos de lo que llamamos democracia argentina reciente son efectivamente democráticos, y aunque sea de una manera descriptiva, señalar los puntos y desajustes discursivos en el continuo 1999-2004. Aunque el discurso político no se circunscriba esclusivamente al Estado, creemo contundentemente que éste es el artor principal de este proceso. Consideramos al Estado condición esencial para la existencia de la política. Podríamos hablar en este caso -en el que intentamos generalizar un práctica discursiva- del Estado más allá de su forma moderna para retrotaernos en todas las formas de dominación de tipo política.

El estudio de la política y de la democracia es objeto la ciencia política. Aún así la ciencia política carece de elementos para acceder a una teoría del discurso político. El análisis del discurso en tanto disciplina se ha interesado por estas cuestiones y ha dado en algunas de sus variantes estudios profundamente interesantes en torno a esta cuestión. En particular una corriente influenciada por la gramática funcional de M.A.K. Halliday conocida como análisis crítico del discurso (CDA) se ha ocupado de este tema.

A pesar de dedicar una importante parte de este trabajo a reseñas sobre esta corriente y realizar un análisis tanto a nivel paradigmático como sintagmático siguiendo estos principios creemo que no necesariamente un determinado de procedimientos de análisis puedan determinar el caracter crítico del análisis. En tal caso el enfoque puede ser crítico independientemente de los procedimientos que se utilicen.

Es así como en este trabajo componemos un análisis del discurso político apoyado en varios pilares. En primer lugar adoptamos una posición respecto del análisis del discurso en el que lo consideramos una lingüística del habla. En ese sentido consideramos que la lingüística de la lengua ha desarrollado un enorme cantidad de operaciones y procedimientos para extraer significado de los enunciados y las estructuras. El análisis del discurso es para nosotros una lingüística del habla, donde se analiza con las herramientas de la lingüística el habla cotidiana, esto es el habla en su momento de uso concreto y efectivo. Aún así y como mencionamos anteriormente hay varias lingüísticas o al menos corrientes. Por otro lado el objeto siempre tendrá un peso determinante en la desiciones que tomemos respecto a nuestras estrategias de acercamiento. El problema en nuestro caso tiene una serie de implicancias que debemos mencionar.

En primer lugar el período que consideramos entre 1999 y 2003 que abarca tres años, cinco meses y diez días representa el tiempo transcurrido entre que el presidente De la Rúa pronunciara su discurso de asunción a la presidencia y el presidente Kirchner también lo hiciera, cellando un período de gran incertidumbre política en el que se sucedieron tres presidentes. La delimitación en el tiempo como era de esperarse no es aleatoria. Incluso habría que considerar que incluye una fecha que ha sido tratada y problematizada por las ciencias sociales, quiero decir el 21 de diciembre del 2001. Claramente esta fecha representa tal vez el episentro de un giro discursivo que teñirá de crisis los tonos de los próximos discursos inagurales. Por supuesto que si focalizaramos nuestra atención exclusivamente en los resultados del análisis linguístico de estos discursos en tanto unidades de análisis y no tomaramos elementos de su contexto, sería absurdo en todo los sentidos. Esto es algo que se podría objetar. Sin embargo creemos que para el caso del análisis estríctimente lingüístico incluso se debe tomar en cuenta los aspectos fundamentales del contexto como la situación específica en la que se está enunciando ese discurso. Incluso esta obiedad no resulta tan obvia. La pregunta fundamental aquí es que estamos analizando, es decir si consideramos estos discursos como la palabra pronunciada en aquel momento específico, ante la Asamblea Legislativa en el acto de asunción de la presidencia, acaso hasta damos tan por sentado que estuvimos ahí escuchando porque vimos aquel acontecimiento por televisión. Acaso estamos tomando este discurso en tanto texto. Porque también es cierto que en tanto escritura fue producido antes de que fuera pronunciado en ese acto en el que mediante un juego del lenguaje alguien realiza el acto de asumir el poder ejecutivo del Estado. En ese marco de performatividad los presidentes dicen algo, esas palabras, esos discursos, son una clara declaración de voluntad política.

Incluso en este caso donde la elección parecería tan obvia o evidente existe una clara discriminación de esos discursos en detrimento de cualquier otro discurso pronunciado, y que al igual que este haya sido escrito con anterioridad, incluso hasta por los mismos autores.

Esta claro por esto que la elección de estos discursos sobre cualquier otros discursos no es arbitraria -o en tal caso lo es en función de ciertos principios- y que forma en que problematicemos el análisis de estos discursos obtendremos distintos resultados. Por ejemplo si consideráramos el análisis exclusivamente de los efectos de los discursos, o por el contrario hiciérmos un trabajo de genética textual obtendríamos resultado completamente distintos. Nuevamente devemos recordar aquí la forma en que queremos problematizar esta cuestión del discurso político que creemos no se agota en lo estrictamente lingüístico.

Nuestra posición, aun así que privilegia la palabra en el campo de la política, considera que esta es pura performatividad. En tal caso la explicación de tanto porque consideramos tan importante la palabra en el campo de la política y la democracia, como porque consideramos que la política es al mismo tiempo pura performatividad se verá más adelante en el desarrollo del trabajo.

Volviendo a la cuestión del contexto y para cerrar el tema al menos en esta introducción, que hasta podría decir aunque solo sea en sentido metafórico que hay tantos estudios de contextos como estudios de contenido lingüístico. Ya hemos mencionado algunos, ya sea desde la sociolingüística, la antropología linguïstica o etnolingüística, la sociología política, y todas las perspectivas de análisis que podamos distinguir en cada una de estas disciplinas.

Incluso la elección del enfoque para el estudio del contexto nos dará en buena medida claves para saber que es lo que resulta relevante para el análisis lingüístico.

Aquí es cuando adquiere relevancia la lingüística del habla, pero ahora podríamos agregar centrada en el discurso. Y aquí discurso no significa exclusivamente una modalidad, como la de los discurso que aquí hemos seleccionado. Como bien hemos notado el discurso no se agota en su sustancia lingüística. Esta sustancia lingüística adopta múltiples significados según la situación en la que sea enunciada. Inluso para la misma lingüística la enunciación en el teatro resulta una cuestión peculiarmente interesante. Y es evidente que en la interpretación del enunciado en el teatro requiera una subjetividad que permita desplazar la persona física que emite el enunciado y reemplazarla por un personaje. En caso contrario consideraríamos que los actores son simplemente locos que creen estar hablando por alguien más.

Ciertas reflexiones sobre el lenguaje son obligatorias y estas se deberán conjugar con el elemento particular de este trabajo, articulando categorías como democracia. Esto obligatoriamente requiere una especificidad de la reflexión política e incluso de análisis en base a procedimientos de las ciencias sociales, como ciencia política, sociología política y hasta derecho constitucional. Aún así en todos los casos mantenemos muy presente una teoría del discurso. Esto concretamente se refiere a la referencia que se tiene respecto de la Constitución Nacional. Aquí con una atención meticulosa tal vez se filtre un haz de ironía en el oximoron de discurso de la democracia argentina reciente. Esto es mediante la operación de considerar que el discurso político de la democracia argentina reciente debiera de estar de acuerdo con el discurso de la constitución, incluso hasta pensar que debieran ser sinónimos. En tal caso ¿Que designa la Constitución? ¿No sería una buena suposición que el discurso de la Constitución de la Nación Argentina fuera el discurso de la democracia argentina? En tal caso deberemos comprobar esto y de que manera es cada caso.

Aunque muy sugetiva la comparación entre constitucionalidad y democracia no logran agotarse en sí mismas. La democracia también posee cierta especificidad en tanto discurso. Aunque el término fué acuñado en la antiguedad, la democracia contemporánea difiera de su original. O si se prefiere el discurso de la democracia contemporánea es muy distinto al de la democracia griega. Por supuesto, y no podía ser exepción, la democracia argentina difiere de las otras dos. En tal caso también deberemos ver en que aspectos se diferencia el discurso de la democracia y los discursos de la democracia argentina reciente. A pesar que la posibilidad de existencia y circulación de discursos diferentes al del poder político que permite la democracia, vemos una importante dificultad de sostener un discurso desde el Estado. Este fenómeno político también posee una manifestación a nivel del discurso. Dicho de otra forma, el discurso puede dar cuenta de cierto aspecto de este fenómeno. Una objeción a la teoría del discurso en este punto y en relación a los actos de violencia vividos el 21 de diciembre del 2001 es la pregunta de como articular esto en el nivel del discurso. ¿Acaso la violencia marca el límite del discurso? En todo caso ¿Esta violencia es espontánea? En que medida el discurso de De la Rúa generó esa violencia, o al menos podemos pensar en su dimisión tan apresurado como un acto político violentocia. Aquí existen dos cuestiones. La primera relacionada a la posible operación de asociación entre los dos factores. Esto nos haría renunciar a toda contingencia, lo que no quiere decir que lo evidente es lo que se ve. Esto es que el discurso del Presidente De la Rúa no se pudo sostener. Aquí aparece la segunda cuestión relacionada a nuestra concepción de discurso y la distinción entre discurso en tanto unidad de análisis y discurso en tanto concepción teórica y singular. En este sentido hablamos de un discurso singular del presidente De la Rúa y ya no de los discursos como partes de un todo. En tal caso encontramos adecuada la noción metonímica de que todos los discursos de De la Rúa son el mismo discurso singular. En sentido literal esto es completamente falaz. Aún así nuestra concepción de discurso no se agota en una pieza de lengua hablada o texto aislado. En algún sentido un discurso singular es como la lengua en tanto estructura. El discurso establece la posibilidad de lo decible en torno a un eje particular. En este sentido, cuando aquí hablamos de discurso de la democracia nos referimos a lo que es decible de la democracia en un momento y lugar determinado. Por esa misma razón realizabamos las distinciones entre las la democracia griega, las democracias contemporáneas y la democracia argentina. Estos tres momentos designan distintas posibilidades de lo decible en torno a la democracia. En nuestro caso nos encontramos en posibilida de decir que fué democrático el período que comprende 1999 y el 2003 en el cual se sucedieron cuatro presidentes.

Este es un aspecto central para nuestra problematización y a partir del que establecimos el período a estudiar. Que en un período menor al del mandato, de lo que la Constitución Nacional dicta como una presidencia, se sucedieran cuatro presidentes. Esto es, comenzando desde la asunción por elección directa de la ciudadanía de De la Rúa en diciembre de 1999 y su renuncia dos años más tarde, y la asunción por designación del Senado de la Nación de A. Rodriguez Saa en diciembre del 2001 para renunciar repentinamente días más tarde y ser designado E. Duhalde el primero de enero del 2002, quien se autodesignó presidente interino hasta el final de la presidencia de De la rúa, y entregar nuevamente a un presidente electo por la ciudadanía el cargo del ejecutivo de la Nación, a N. Kirchner el 25 de mayo de 2003.

Esto está claramente en desacuerdo con lo que dicta la Constitución Nacional respecto a que los presidentes deben ser electos en votación directa por la ciudadanía y su mandato debe ser de cuatro años. Por supuesto está como punto epicéntrico el 21 de diciembre del 2001, la renuncia del presidente De la Rúa y la primera infracción al artículo 90 que establece que el mandato del presidente dure cuatro años. Desde entonces y, -pareciera hasta ahora- que el 25 de mayo del 2003 se reestablece la constitucionalidad por lo menos en los términos de los artículos 90 y 94.

Esto resalta el aspecto del discurso y su preformatividad. Sin siquiera contemplar que la misma Constitución de la Nación Argentina es en sí mismo un discurso; un discurso constituyente -si se quiere- de las prácticas democráticas, republicanas y federales de la Nación Argentina. Esto es más que evidente que el discurso tiene en sí un poder performativo, en este caso el de constituir la práctica política de un pueblo. Aún así este caso sirve como testigo de la forma en que se cumple el texto de la ley suprema. Pero no consideramos aquí la ley en términos ideales ni siquiera éticos. El Estado en cuanto aparato real y concreto que se legitima en el discurso de la Constitución, la legalidad la ley y la democracia; así como regido por la política. En este sentido nuestra propuesta del Estado se aleja a la noción Hegeliana del Estado como Idea ética. Claramente nuestra crítica de la dialéctica de Hegel proviene de la inversión de Marx y su propuesta materialista e histórica. En todo caso reconocemos un significativo giro en el pensamiento marxista sobre el Estado y la revolución con Antonio Gramsci. Cabe mencionar que además de ser un revolucionario profesional y escribir buena parte de su obra en prisión, Gramsci era filólogo. En este sentido este pensador que además de conocer la importancia de las condiciones de producción para la dominación capitalista, reconocía la importancia de la idealogía. En cierta medida la teoría contemporánea de la idealogía reconoce en Gramsci un referente indispensable. Mencionamos esto por la relevancia que tiene el discurso en algunas teorías de la ideología en las que Gramsci resulta ser una influencia. Puntualmente podemos mencionar algunos como S. Zizek y A. Raiter.

Esto permite de alguna manera dislumbrar cierta amplitud de referencia entre varios campos que sirven para problematizar de forma compleja la cuestión aquí presentada. La noción de discurso cumple una función fundamental en este análisis. La específicidad política del mismo nos obliga a deternos a rendir rexflexiones mínimas entorno al Estado, que aunque como hemos admitido, el discurso político aunque no necesariamente se origine en el Estado siempre está relacionado a cuestiones que impliquen la dominación. La dominación no se resuelve exclusivamente en la política y el Estado, pero aún así la política y el Estado implican dominación. La pregunta aquí es si existe dominación fuera del Estado, y de que manera se relaciona el discurso con ésta. La familia puede ser otro ámbito en el que se apela a una dominación de una naturaleza completamente distinta que la política. H. Arendt en sus borradores sobre ¿Que es la política? dice que la familia es la ruina de la política [] no con intención de decir que en la familia hay dominación, sino que está está regido por otro principio que neguiea la política. Aún así la familia es la condición de la comunidad política y se encuentra presente en la reflexión política desde su arbores. Desde obras como la República de Platón y la Política de Aristóteles podremos encontrar la cuestión del Estado vinculada a la familia.

Ya hemos dicho un tanto del Estado y la política, ahora nos corresponde decir otro tanto sobre el discurso y su relación con los hasta aquí descripto.

Recordemos que este rocorrido por el Estado fué motivida por el contexto particular en el que estos discursos fueron pronunciados. Habíamos hablado de la importancia de la situación, y en este caso y de acuerdo a la teoría de los actos de habla que presenta J. Austin desde la filosofía del lenguaje solo son efectivos o felices bajo condiciones específicas. Esto es que algunas veces en condiciones especiales uno puede realizar actos por medio de la palabra. En este caso hemos seleccionado el acto del lenguaje por el cual se asume el poder del Estado. En tal caso se debe seguir los requicitos y los rituales que prescribe un texto llamado la Constitución Nacional. Ya hemos decripto el recorrido que podemos realizar en dirección a la especificidad política, pero ¿que hay de la especificidad del lenguaje en todo esto? Pues justamente que hay situaciones en las cuales el discurso permite legitimar actos que no necesariamente estén prescriptos en la letra de la Constitución, que a sí mismo es también un discurso. Ahora bien, hemos hablado del discurso como si fuera un comodín sin decir nada sobre específicidad del mismo. A pesar de estar tentado en decir que la especificidad del discurso se encuentra en lo linguïstico esto dejaría de lado otras formas bajo las cuales se pueden establecer discursos. ¿Acaso no hay un discurso constituido alrededor de la imágen? ¿Acaso no podemos hablar de un discurso cinematográfico? Así como es como se constituye una semiótica del gesto. Incluso el discurso política encuentra sus manifestaciones estéticas. En este sentido en los escritos de Th. Adorno y W. Benjamin encontramos como la política se vale de las nuevas expresiones artísticas del siglo XX para su uso propagandístico. Esto nuevamente evidencia que los alcances del discurso no se agotan en lo meramente lingüístico y mucho menos en una situación de enunciación específica. Aún así lo que tienen como propiedad común la imágen y el signo lingüístico es su estructura significante. El discurso se puede estructurar tanto por medio del signo lingüístico como así de la imágen. Consideremos a estas dos categorias, imagen y signo como elementos de sistemas significantes.

Pareciera que a medida de que indagamos más profundamente en la naturaleza significante del discurso cada vez se hace menos evidente la especificidad política. En tal caso buscamos advertir sobre algo fundamental aquí que tiene que ver con la específicidad del discurso político que lo distinga del discurso poético, del discurso científico, del discurso religioso. Todo lo dicho anteriormente referente al Estado solo nos daría una pista sobre a que circunscribir el discurso político. Habíamos reconocido que el Estado no agota la posibilidad del discurso político. Esto es ¿acaso el discurso político presenta una gramática particular, algún contenido específico? Existe un umbral donde la la línea divisoria entre este discurso y otros poco clara. Se puede decir que el discurso político se vale de otros discursos para obtener persuación.

Aunque no todo discurso persuasivo es necesariamente político, el discurso político se vale de la persuación para sumar voluntades. En otras palabras, el discurso político debe ser persuasivo. De manera que no habría una forma necesariamente lingüística y específica que le corresponda al discurso político.

Otra cuestión de suma importancia que no se debe perder en lo que hemos dicho es que el discurso político tiene un efecto contundente que lo caracteriza. En este sentido es el efecto en el receptor lo que hace a la especificidad del discurso político. El discurso político que se vale de una serie de recursos que pueden tener nada de específico con la política siempre y cuando generen un efecto en el receptor. En este sentido como podremos ver en el análisis particular de nuestros cuatro casos el uso poético del lenguaje por medio de las métaforas y su alcance cognitivo. En este caso vemos como se utilizan recursos no específicamente políticos como la poesía con fines políticos sino persuasivos.

En este caso y dentro de una teoría de la enunciación E. Verón propone que la especificidad del discurso político es su capacidad de destinación múltiple. El discurso político puede articular consecutivamente tres receptores. Primero se encuentra el prodestinatario, el destinatario positivo, el paradestinatario, el destinatario indesciso al que hay que convencer, y al contradestinatario, el adversario.

En términos generales podemos decir que sostenemos una teoría de la enunciación, a pesar de que esto implica sostener la noción de estructura que es criticada por autores como M. Foucault, R. Barthes y J. Derrida. En tal caso, incluso no se puede ignorar los desarrollos de M. Foucault en el campo del discurso, a pesar de sostener una teoría de la enunciación. En tal caso podríamos afirmar que a nivel operativo los procedimientos del análisis del enunciado y del acto de enunciación brinda una considerable fuente de significado.

En tal caso, la crítica a la noción de estructura, la cuál comparto, no se presenta en un frente unificado, sino como en los caso que acabamos de mencionar, cada crítica es muy singular. El caso de M. Foucault resulta el más relevante para el interés que persigue este trabajo. Si tenemos en cuenta las cuestiones que aquí discutimos nos resultará indispensable considerar sus trabajos en torno al discurso -ó el lenguaje, sino las palabras-, el orden y el poder. Consideramos entonces como referencias fundamentales las palabras y las cosas, la arqueología del saber, y su discurso inagural en el College du France conocido bajo el título de el orden del discurso. A pesar de que el resto de su obra no tiene desperdicio, creemos que a partir de las obras seleccionadas, y a pesar de que la arqueología de las palabras y las cosas ha encontrado un vuelco -justamente hacia una posición implicitamente crítica hacia el estructuralismo- respecto a la arqueología del saber. También admitimos clausurar el recorrido del desarrollo teórico del pensamiento de Foucault excluyendo, en la medida de lo posible, el giro nitzcheano que provocó un cambio de su propuesta de la arqueología a la genealogía.

Este recorte, que encontramos arbitrario, sigo teniendo un considerable contenido de conotación política. El poder es una cuestión de peso en las tesis de Foucault, y aunque este poder no logre encontrar su totalidad en la política, la política si lo hace en él. La dominación -en términos Weberianos- representa categoría fundamental para el entendimiento de las relaciones sociales. Consideramos en este contexto que las tesis de Foucault haban sobre mecanismos concretos que se manifiestan a nivel discursivo constriñendo la posibilidad de lo desible. En este sentido esta propuesta puede ser de suma utilidad para desentrañar el funcionamiento del discurso como mecanismo de dominación. La forma en la que damos sentido al mundo de las cosas por medio del lenguaje está sujeta a reglas que funcionan de forma determinada estableciendo el campo de lo que se puede o no decir.

Otras perspectivas afines a estas propuestas, aunque por razones distintas, brindan un aporte a este trabajo. Concretamente nos referimos a lo que se conoce como deconstrucción o postestructuralismo, es decir a la obra de J. Derrida. La política ha estado presente en varios momentos de la obra de Derrida, y claramente ha generado discusión en los centros donde se desarrollan las discusiones política contemporáneas.

Un punto donde se anudan estas discusión es el volumen titulado Deconstrucción y Pragmatismo, donde se presentan algunas corrientes fundamentales de la rexlexión política contemporánea que proponen propuestas radicales. La compilación a cargo de S. Critchey presenta artículos sobre la deconstrucción de J. Derrida, sobre pragmática, Richard Rorty, y sobre la hegemonía, E. Laclau y Ch. Mouffe.

Las discusiones que aquí mencionamos son relevantes porque presentan en todos los casos una concepción del lenguaje orientada a cuestiones de caracter politico. En el caso particular de J. Derrida se podría decir que su trabajo principal gira en torno a la cuestión de la escritura. Este aspecto central de la gramatología ocupa aquí tan solo un muy pequeño espacio. La dimensión escrita de estos textos puede ser considerada secundaria en función de como hemos estado problematizando los ejes centrales del tema. El tal caso una teoría de la escritura es secundaria sino accesoria para la dconstrucción. Lo secundario hace referencia a la implicancia filológica de la escritura de estos discursos y no trascenderá de la mera referencia de fuentes y las formas de registro escrito en los volúmen que constituyen estos documentos públicos.

También resulta muy tentador rastrear en la literatura usos y formas que se puedan utilizar aquí. Claramente esto marcaría un límite, desde afurea, de los alcances del análisis que proponemos. Esta misma mención no es más una forma de señalar las posibilidades que brinda el marco, pero conducido por la necesidad de acotar, este tipo de rastreo en la literatura, particularmente la argentina.

En la misma línea de demarcación del marco, y en límite que establece la literatura, cabería introducir principios ontológicos que orientan a grandes rasgos, donde más que aportar aspectos metodológicos concretos, brinda un horizonte de intuición que motive nuestras inquicisiones. Es en tal caso donde la literatura, según lo que postula R. Rorty, y ya no la religión o la filosofía, lo que permite establecer la verdad. Proponiendo un modelo de tres períodos consecutivos, a partir de los cuales se define la verdad a partir de tres principios distintos, la religión, la filosofía y la literatura. Rorty propone que la filosofía ha dejado de ser un discurso a partir del que podamos redimir los vínculos de solidaridad, que contemporáneamente son establecidos en la literatura.

Otra cuestión en referencia a los fundamentos ontológicos de este análisis está relacionada a la retórica. Sin duda un componente indispensable de la política en tanto lógica de persuación. La democracia entonces sería un simple conotador de el tipo de persuación, es decir, que encuentra un sustento retórico determinado. La retórica no reposa por completo en lo discursivo. Más bien la retórica implica a lo discursivo en un esquema más amplio que contiene al cuerpo y la palabra. Aristóteles en la retórica señala tres dimensiones básicas en las que opera la persuación. En primer lugar se encuentra el locutor, no como categoría analítica del proceso de enunciación, sino más bien la pesona dotada de un cuerpo. En un segundo nivel se encuentra el oyente, quien debe que ser predispuesto para poderlo guiar por el camino de la persuación. Por último se encuentra el discurso, esto es, lo que se dice y el crédito que esto puede tener.

La retórica aquí presenta un matiz más bien filosófico que argumentativo. Aún así a nivel operacional obtendremos la posibilidad de resaltar un aspecto de esta cuestión en los discursos analizados. Puntualmente esto será realizado por medio de un relevamiento de las metáforas utilizadas en los discursos, los efectos cognitivos de las mismas.

Este aspecto tal vez se encuentre más emparentado con la gramática generativa. Nuevamente llegamos a un lugar que vuelve a marcar un límite ya que esta perspectiva teorica no estará incluida en el desarrollo teorico más que transversalmente y frente a situaciones muy concretas.

Hasta ahora hemos mencionado solo dos perspectivas de análisis del discurso a nivel operacional; estas son la teoría de la enunciación y el análisis crítico del discurso. Aquí no oponemos ni excluimos ninguna de estas posibilidades. Incluso una combinación de algunos principios metodológicos de estas corrientes puede generar un enriquecimiento en una empresa de indagación sistemática sobre el discurso político.

Es necesario señalar que cada una de estas teorías funciona a partir de una unidad distinta. En una es el enunciado, en la otra la claúsula. Estos términos, a pesar de no ser sinónimos, a nivel operacional permiten un acercamiento idéntico al corpus.

En cada caso se desarrollará el análisis correspondiente para que a medida de sumar cada corte análitico poder caracterizar más dimensiones de nuestro problema y poder obtener una imagen mejor definida de lo que estamos observando.

Incluso en ciertos esquemas metodológicos de análisis del discurso, aunque al menos sea en la presentación de esta cuestión, se suelen combinar principios teóricos de distintas escuelas de pensamiento. Esto es una referencia implicita a las propuestas metodologicas presentadas por D. Mainguenau donde el mismo distingue dos corrientes, una francesa y otra anglosajona. La primera corresponde a la teoría de la enunciación, mientras que la segunda se refiere, en términos generales, la gramática funcional. Esto expresedo con tanta ligereza resulta un reduccionismo, que por lo que hemos querido demostrar, queremos renunciar.

Entendemos que en términos generales estas dos perspectivas gozan de considerable popularidad en lo que refiere a la práctica del análisis del discurso. Ya hemos señalado aspectos teóricos que en alguna medida, para algunos casos, permitieron filtrar desarrollos teóricos de otras perspectivas.

En tal caso brindamos importancia a la concepción de análisis del discurso político que sostiene cada perspectiva para poder complementar sus ventajas y sus devilidades.

Podemos advertir que en este trabajo buscamos combinar elementos de un discusión teórica que podría tener como pilares una teoría del discurso, una teoría del Estado -y sus implicancias performativas-, y aspectos metódológicos del análisis del discurso. Dentro de esta discusión metodológica podremos resolver dos cuestiones. Una es la reseña de los procedimientos que realizaremos. La segunda tiene que ver con la posibilidad de discutir cuestiones paradigmáticas que hacen a estos procedimientos sintagmáticos. Por supuesto esto encontrará su momento concreto en el análisis de a nivel del corpus.

El discurso político de la democracia argentina reciente es el momento en el que la discusión aquí planteada se restringe al campo del discurso en tanto discurso real y realizado. Si consideramos al discurso político de la democracia argentina reciente en singular, podríamos sostener que De la Rúa, Rodriguez Saa, Duhalde y Kirchner son las manifestaciones de lo múltiple de un mismo. Consideramos en ese sentido un mismo discurso, que es de distintas maneras, y con distintos rostros, que precipitan sin poder encontrar un reflejo claro en el discurso prescriptivo de la costitución, principio fundamental en el que basamos nuestra vida política como pueblo. Aún así, esta -como hemos considerado- misma unidad presenta cortes y ruturas muy claros. Justamente aquí recide nuestro interés, problematizar el discurso singular que muestra discontinuidades ostensibles respecto de muchos aspectos. Esta contingencia a la que atribuimos esta linealidad tan asimétrica muestran lo real en nuestra vida política. A pesar de querer adoptar una posición crítica respecto de este tema, no buscamos establecer una noción prescriptiva de la mejor forma del ser de este discurso. En tal caso hasta el uso de la Constitución Nacional no se presenta como patrón más que como variable de control que permita demarcar una posición respecto de cualquier otra secuencia en un continuo discursivo. Esto es, la Constitución Nacional se mantiene constante para estos casos como para cualquier otro caso que se haya desarrollado dentro de su marco. En este caso hemos restringido a discursos de la democracia, e incluso a un momento postmenemista -podríamos decir- de nuestra democracia. Justamente esto resalta el aspecto que queremos destacar en este análisis. Después de diez años, en los que el discurso menemista hegemonizó el discurso político de la democracia argentina, vivimos un desajuste que se convirtió en un discurso accidentado que no se puede sostener en el marco de la Constitución Nacional y que aún así sigue manteniendo su pretensión democrática.

Estas generaliadades se desdoblan de un análisis del cuál en sus momentos más meticulosos puede parecer ajeno al problema aquí propuesto. El intento de mantener el jucio circunscripto a los resultados del análisis, suponiendo que estos serían contingentes, pudo haber ayudado a poder prestar más atención a las descontinuidades que a las continuidades.

En tal caso el descubrimiento más relevante en torno a este problema es que en la democracia argentina reciente se experimientó una continuidad y una discontinuidad. Con esto queremos expresar que se vivieron cosas nuevas, pero que en alguna medida nos resultan familiares, en tanto que las podemos significar -con todas las dificultades que eso implica- porque ya las vivimos. Lo que ya hemos vivido y que se volvió a repetir en el período aquí estudiado fué un golpe de Estado. Lo novedoso fué que este golpe de Estado no fue militar, fue civil. En la democracia argentina reciente asistimos al derrocamiento de un régimen civil en manos de fuerzas civiles. La explicación de este fenómeno estaría más en terreno de la ciencia política y la sociología político que del análisis del discurso.

En este sentido no adjudicamos ningunda causalidad específica en el discurso. Esta pretensión se corresponde a otros esquemas teóricos en otros terrenos. La información, los datos son clasificados nominalmente y no ordinalmente, de manera que no estamos en condiciones de extender sobre un continuo una propieda, y en consecuencia no ha forma de establecer un régimen de covariación. Esto nos permite -en algún sentido- igualar los casos. No existe geraquía entre De la Rúa, Rodriguez Saa, Duhalde, y Kirchner, siendo estos nombres simplemente una etiqueta con la que designamos una categoría analítica. Cada caso representa una unidad particular y una variación singularidad de la misma multiplicidad que permite el discurso político de la democracia argentina reciente.

En resumen esto es lo que podemos destacar de este trabajo.

Discurso Político Discurso de la presidenta Cristina Fernandez de Kirchner, Julio de Vido, Ministros, conflicto Gobierno Campo academico tesis de la Universidad de Buenos Aires UBA Facultad de ciencias sociales Facultad de Filosofía y Letras Tesis doctorales doctorados maestría en análisis del discurso Anibal Fernandez Alberto Fernandez

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